martes, 15 de enero de 2008

La fe salvadora

La fe salvadora

Textos de Introducción:Marcos 8:8“Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente dí la Palabra, y mi criado sanará.”

Introducción al Mensaje: Maravillosa experiencia la de aquellos que tuvieron el privilegio de ver a nuestro Señor Jesucristo en persona. Fueron miles los que lo vieron en acción y en muchas ocasiones más de 15 mil personas le seguían, ya que la Biblia nos registra que en un día le dio de comer a cinco mil hombres sin contar las mujeres y los niños. La verdad es que le seguían por que habían quedado impactados por su presencia, cada milagro era un despertar que provocaba que el pueblo deseara estar al lado de Jesús de Nazaret. En una ocasión entrando en la ciudad de Capernaum, un centurión se le acercó; nótese que no fue un paralítico, ni un ciego, ni alguien que tuviese enfermo o con una necesidad personal, sino un soldado romano, comandante en jefe de cien soldados del ejército romano.

Este acercamiento pudo haber provocado honda preocupación en los discípulos del Maestro Jesucristo. Los romanos eran los que gobernaban, ya que militarmente habían conquistado a los israelitas. Ellos pudieron haber pensado que por lo alborotado que estaba el pueblo con esta nueva figura que se había levantado, había que tomar acción o solamente meditar en la tremenda congestión de tráfico que había en el camino.

De todas las formas los discípulos muy bién pudieron estar preocupados con la figura del Centurión Romano que se acercó a Jesús. Tremenda sorpresa se llevaron cuando oyeron al centurión decir “Señor”. ¿Señor? ¿Cómo era posible que un centurión romano llamara Señor un muchacho hebreo, máximo cuando para ellos César era el único señor. Pero definitivamente lo llamó Señor porque el había tenido que estar observando a este personaje maravilloso por algún tiempo y estaba convencido que era más que un muchacho hebreo, que era Señor. La historia bíblica dice que el centurión le presentó a Jesús la condición de un esclavo de su propiedad que estaba postrado, paralítico y gravemente atormentado. Esta petición nos revela claramente que a pesar de ser un militar, quizás hombre de guerra, era un ser humano de buenos sentimientos. Jesús muy bién pudo haber rechazado la petición de este hombre ya que era un gentil pagano, pero lo maravilloso de Cristo es que Él no hace acepción de persona, Él muy bien le pudo haber dicho, si no eres de mi nacionalidad, de mi religión no te puedo ayudar, o le pudo haber dicho, mi agenda de trabajo está muy cargada y no tengo tiempo para ti. Ese tipo de prejuicio y falta de elasticidad lamentablemente es una de las proyecciones que se refleja en vida de muchos de los que estamos en posiciones de liderazgo social y espiritual. Sin embargo, la tradición judía daba el derecho de tener este prejuicio y si había alguien que estaba ocupado era Él, pero cuando el amor y la misericordia es lo que mueve a un ser humano a ser líder de un pueblo, los prejuicios y las agendas comprometidas no controlan nuestro proceder, sino el amor que todo lo puede. Es importante notar que tampoco Jesús mostró incapacidad al oír que el siervo del centurión estaba paralítico y gravemente atormentado.

Me apena tener que decir esto, pero la iglesia del Señor debe de tomar una postura más agresiva con respecto a la autoridad que debemos mostrar sobre las enfermedades y la manifestación de malicias espirituales. El término “gravemente atormentado” significa estar bajo el ataque de malicias espirituales. La Biblia establece muy claramente que estas manifestaciones son reales y verdaderas y no podemos pasarlas por alto y mucho menos tenerle miedo. La Palabra de Dios dice claramente en Marcos 16:17, “Y estas señales seguirán a los que creen en mí nombre, echaran fuera demonios”, y el versículo 18 dice: “Sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán”. Jesús en ningún momento dijo: “déjame ver si puedo conseguir a alguien que pueda ir conmigo para ver si podemos hacer algo por el”. El dijo: Yo iré y le sanaré”. Con la autoridad para levantar, sanar y libertar al siervo del centurión. Esa determinación debería estar presente en la vida de todos los que decimos que somos seguidores de Cristo y hacedores de su Palabra. Esta fue una expresión firme, que resonó en el corazón del centurión tan fuerte que este reaccionó y dijo: “No Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo”. Aquí vemos como este hombre reconoció en Jesús su santidad y majestad y a la vez reconoció que el era pecador. Pero el tenía fe de que si Jesús expresaba la palabra de sanidad su mozo se levantaría, sanaría y sería libertado. “No mi Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, solamente dí tu palabra y mi mozo sanará”. Jesús estaba maravillado de tal expresión, quizás hasta el punto que le centurión añadió y dijo: “Yo soy hombre bajo autoridad y cuando doy órdenes a mis soldados ellos obedecen”. En otras palabras le dijo a Jesús, tu autoridad es mayor que la mía. Jesús expresó estas palabras: “Aún en todo Israel no he hallado tanta fe”.

Fue tan movido por la fe de este hombre que le dijo: “Como creístes te sea hecho” y dicen las Escrituras que su mozo sanó. Maravillosa experiencia de este simpatizante de Jesús. Pero hay un detalle que me preocupa y es que, yo pienso que si algo deseaba Jesús era, no solamente sanar al criado, sino también salvar al amo. Este hombre tuvo fe extraordinaria para un milagro de sanidad, pero no tuvo fe para un milagro de salvación. Hoy en nuestros días diariamente se repite algo parecido, nuestras iglesias están llenas de simpatizantes que tienem fe para recibir milagros, pero cuando se les hace un llamado para aceptar a Jesucristo como Salvador personal, su contestación es: “Yo no soy digno de que Jesús more en el corazón de mi casa”. En otras palabras dicen que no pueden comprometerse con Dios hasta que dejen esos comportamientos pecaminosos que los hacen sentir NO dignos de Dios. ¡Que tremendo error! Nadie tiene el poder de ser libre del pecado, sino es por la libertad que ofrece Jesucristo. A Cristo hay que venir tal y como estamos con todos nuestros pecados e imperfecciones, esta es la grandeza de Dios que Él es un especialista en cambiar y transformar la vida de un ser humano y libertar al que está esclavizado por el pecado y limpiarlo de toda maldad. A los simpatizantes de Evangelio les digo, de que se vale a usted venir a la iglesia, cantar nuestros coritos, dar hasta ofrendas, ser sanado de una enfermedad física y nunca haber ejercido fe para ser salvo y sano de la enfermedad del pecado que ha de producir muerte eterna.

Definitivamente el centurión era “buena gente”, “un hombre de buenos sentimientos”, pero era un pecador no arrepentido. Yo creo que es mejor ser un ladrón arrepentido que ser “buena gente” no arrepentido. Lea la historia de Zaqueo (Lucas 19:1-10). El fue un ladrón pero supo ejercer fe para ser salvo y se arrepentió. ¿No cree usted que es mejor ser perdonado, salvado e hijo de Dios que un simpatizante sin derecho a la vida eterna?

Dale hoy tu corazón a Cristo. El se encargará de lo demás y experimentarás el gozo que Zaqueo experimentó al arrepentirse de su pecado. Romanos 5:1 dice: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Lea Jn. 3:15, Jn. 5:24, Jn. 11:25, Jn. 12:46, Jn. 20:31 y Ro. 10:9.


Dios les bendiga.

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